Gonhdo, el artista madrileño que arrasa en China con sus dibujos castizos: chulapos, violetas, castañas y bocatas de calamares
El bocata de calamares es la esencia de su pintura. No hay un cuadro suyo donde este símbolo de Madrid no aparezca, más grande o más pequeño, escondido siempre entre otros tesoros de esta gran ciudad. Entretener al espectador buscándolo, como a Wally, es un juego que le divierte. Gonzalo Hernández Sánchez de Ocaña (Madrid, 1988), más conocido como Gonhdo, lo ha convertido en su sello personal. Junto a chulapos, violetas, osos y madroños, cocidos o diosas Cibeles, recreados en diminutos dibujos pop plasmados en lienzos gigantescos, este artista está colocando a la capital, a su estilo de vida y a su gastronomía, en el mapa. De Madrid al cielo, dicen. De Madrid al mundo, decimos, porque de Nueva York a Shanghai se lo rifan. Y apenas acaba de arrancar.
El Palacio de Cibeles, el Edificio Schweppes, Atocha, el Palacio Real o el Edificio España han protagonizado algunos de sus cuadros, donde también, a pequeña escala se pueden observar otros «básicos»: las Torres Kio, el Metro de Madrid, el Templo de Debod, Neptuno, la Puerta del Sol, el edificio Metrópolis, el Faro de Moncloa, el Piruli, el organillo madrileño, las castañas... Echándole paciencia, eso sí, porque sus obras no están pensadas para mirarlas apenas unos minutos, sino para pasarse horas descifrando y descubriendo los edificios, comidas y experiencias que en ellas recrea con sus rotuladores acrílicos.
Las anécdotas tampoco faltan. «Dibujé a la baronesa Thyssen atada a los árboles cuando protestó para que no los talaran. O aquel paracaidista que se quedó atrapado en una farola en el desfile de la Hispanidad. Y a Carlos III en la Puerta de Alcalá», recuerda divertido, porque sus lienzos, formados por más de 100 dibujitos, cuentan historias. Historias de Madrid.
Su obra está inspirada en el legado que dejó Keith Haring, que conoció durante su estancia en Nueva York mientras estudiaba. «Allí me empapé mucho de la cultura street art y el pop art». También en el arte latinoamericano de Diego Rivera, que apreció durante el tiempo que vivió en México. «Es un muralista impactante. Me encantó esa influencia y esa grandiosidad que tienen sus obras».
«Empecé por casualidad», cuenta el artista. «Alquilé una casa en el centro de Madrid, con unas paredes gigantes. Pinté un cuadro de dos metros por dos metros y lo colgué. Todos mis amigos me preguntaban dónde lo había comprado. Cuando les decía que lo había pintado yo, todos me decían: 'Yo quiero uno'. Pero nunca se lo hacía. Con la pandemia, mi empresa [trabajaba como arquitecto] entró en ERTE y tuve ese tiempo que siempre me faltaba. Mi primera venta en abril de 2021, al cliente de un amigo arquitecto, salió en la revista AD. Ahí empezó el boom», relata.
Después de aquello, vinieron ferias nacionales como Estampa, Feriarte, Almoneda... «Poco después, me contactó una galería sueca, MDA Galleri». En diciembre de ese mismo año, llegó su primera exposición en Madrid, en la Galería María Porto. Nueve meses después, el salto a Nueva York. Le contactaron para exponer en la Fashion Week de allí, en un mercado de showroom, al que volverá este febrero. Y un mes después, expuso en Shanghai. «China es un mercado en el que estoy arrasando. Les encantan, les vuelven locos mis cuadros», señala este artista contemporáneo, que extiende su obra a las ciudades que visita.
Tirando siempre de elementos arquitectónicos, ha dibujado la Torre Eiffel, el Edificio Chrysler o el Puente de Brooklyn. Aunque también son un «best seller» sus cuadros personalizados. «La gente me cuenta su historia y yo se la pinto. Recreo donde han nacido, sus anécdotas, donde se han enamorado, donde han viajado, lo que les gusta... Son muy divertidos. En su día fue un hit como regalos de boda. Ahora, como han subido los precios...», indica.
En apenas dos años ha pintado más de 150 grandes cuadros y, de todos ellos, 140 ya no están en su poder. El 40% los ha vendido fuera de España, llevando Madrid a Reino Unido, China, México, Francia, EEUU, Dinamarca, Sudáfrica, Filipinas... Y tiene lista de espera de unos 30.
Su sueño es que todo el mundo sea feliz viendo sus cuadros. «Siempre meto motivos felices, gente disfrutando, bailando, comiendo, riendo. Lo que quiero transmitir es felicidad, porque venimos de años turbios. Me encanta dar alegría y para ello quiero transmitir nuestra cultura, que es maravillosa. Un buen bocadillo de calamares en la Plaza Mayor es la mejor experiencia del mundo», señala el artista, muy alineado con esa idea que vende estos días Madrid en Fitur.
Ahora se le puede ver (hasta el 30 de enero) en Aleseide Gallery. Y de forma permanente hay obra suya en MDA Gallery (Suecia), en Caelis Gallery (China) y en Artelandia (Madrid). «Me encantaría exponer en el MoMA de Nueva York y pintar murales y edificios icónicos de todo el mundo», apunta Gohndo. Aunque, de momento, se conformaría con «exponer en algún espacio de la Comunidad de Madrid».
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