La escultora Blanca Muñoz ingresa en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
La escultora Blanca Muñoz ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid, el pasado 25 de abril, tras pronunciar el discurso ‘El lado invisible de la luz’. Elegida académica de número por la Sección de Escultura, se ha convertido en la sexta mujer en formar parte de la institución, después de que fuera propuesta en noviembre de 2019 por el profesor Antonio Bonet, la pintora Carmen Laffón y el propio Juan Bordes.
Muñoz (Madrid, 1963), que se encuentra entre las artistas más reconocidas en ese campo en España, confesaba con humor que ella nunca había imaginado ingresar en la Real Academia de San Fernando, un empeño que siempre tuvo su expresidente, el crítico Antonio Bonet, al que siempre escuchaba “como a una madre que te dice que eres la mejor de ARCO”.
En su discurso, la artista hizo un recorrido por su carrera a partir de los hitos que han ido construyendo su trayectoria personal. Además, abordó otros temas como el de la edad o la presencia de la mujer. En cuanto al primero, su nombramiento ha supuesto un guiño al arte contemporáneo de una generación más joven que la de la mayoría de académicos, algo que ella reconoce como un “síntoma de que la academia quiere seguir abriéndose”.
Respecto al número de mujeres que han entrado a formar parte de esta centenaria institución, Muñoz valoró el hecho de ser la sexta mujer en conseguirlo reconociendo que “las mujeres están más presentes en todos los campos y de forma natural se va a seguir extendiendo su poder”.
Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, la escultora continuó su formación en Roma, gracias a una beca del Gobierno italiano. Prolongó allí su estancia dos años más, becada esta vez por la Academia Española de Historia, Arqueología y Bellas Artes. Durante aquella época comenzaron sus primeras propuestas, en las que exploraba las relaciones sintácticas entre la escultura y el arte gráfico.
Poco más tarde se estableció en México durante otros dos años, donde continuó expandiendo los límites de la estampa. Su cada vez más sólida trayectoria en el campo del arte gráfico durante la década de 1990 le valió el reconocimiento de su obra en certámenes y premios de grabado de España, hasta alcanzar el Premio Nacional de Grabado en 1999, y el Premio Villa de Madrid ‘Lucio Muñoz’, en 2002.
Especial significación merecen tanto sus intervenciones en espacios públicos, marcadas por el equilibrio entre los materiales y el valor cromático con el entorno urbano y paisajístico, como la exploración de los volúmenes, que la condujo al mundo del diseño de joyas, aplicando sus conceptos escultóricos y adaptándolos a las formas corporales.