Benito Pérez Galdós (Novelista y dramaturgo, 1843-1920)
El escritor canario que más se identifica con Madrid está enterrado en el cementerio viejo de La Almudena. Su sepultura se encuentra a pocos metros de la entrada frente al cementerio civil.
No tiene don Benito tumba individual, ni panteón aparatoso. Sus restos descansan, junto a los de otros familiares, en un mausoleo sobrio, integrado por dos tumbas que cierran sendas lápidas de granito. En la del lado izquierdo reposa el escritor. Son los enterramientos de las familias Hurtado de Mendoza y Pérez Galdós. El nombre de Benito, y sus fechas de nacimiento y defunción, es uno más de la lista de enterrados allí. El conjunto no tiene ningún elemento ornamental, ni nada indica que allí reposa uno de los más grandes escritores en lengua castellana. En la misma tumba fue enterrada María Pérez Galdós y Cobián, la única hija reconocida de don Benito, que falleció el 24 de septiembre de 1972.
Benito Pérez Galdós nació en Las Palmas de Gran Canaria el 10 de mayo 1843. Con 19 años su familia lo mandó a Madrid para alejarlo de su prima Sisita, su primer amor. Ya en la Capital, donde debía estudiar Derecho en la universidad, se alojó junto a su paisano Fernando León y Castillo, en la calle de las Fuentes, 3. Inmediatamente se sumergió en el mundo del periodismo y de las tertulias literarias. El año 1866 ya colaboraba en La Nación. Al acabar la carrera en 1869 ya se dedicó por entero al periodismo y a la novela. Las Cortes, El Debate, El Liberal, Revista de España…
La primera novela que publicó Galdós fue La fontana de oro, en 1870. Los Episodios Nacionales nacieron en el año 1873 con Trafalgar. Después alcanzarían la formidable cifra de 46 novelas, la última aparecida en 1912.
Al teatro llegó cuando ya era una figura reconocida y tenía cuarenta y nueve años. Aunque había escrito antes la obra La expulsión de los moriscos, que entregó a Manuel Catalina, no consiguió estrenarla. No sería hasta 1892, con Realidad, cuando triunfara rotundamente en el teatro. A esta obra siguieron otras como La loca de la casa, La de San Quintín, El Abuelo, Doña Perfecta y, sobre todo, Electra, que se estrenó en 1901 en el teatro Español provocando un enorme revuelo. Una década más tarde don Benito sería nombrado director artístico de ese coliseo. No estuvo mucho tiempo al frente, entre el 11 de julio de 1912 y el 25 de mayo de 1913, o sea una temporada. Era entonces el arrendatario del teatro el doctor Madrazo y la primera actriz de su compañía Matilde Moreno.
Recordado es, en esa temporada el enfrentamiento con Valle Inclán por el estreno -fallido- de El embrujado. El primer actor, Francisco Fuentes, quiso estrenarla pero el dramaturgo se empeñó en que fuera su esposa, la actriz Josefina Blanco, la protagonista, a lo que Matilde Moreno se negó en redondo. No olvidemos que se debe a Valle el apodo de garbancero aplicado a Galdós.
Don Benito escribió -y estrenó- veintidós obras de teatro. Dejó inconclusa Antón Caballero. Compartió éxito en las carteleras con otro grande del siglo XX, don Jacinto Benavente. A ambos se los disputaban las actrices más prestigiosas: María Guerrero (que le estrenó al primera obra), Carmen Cobeña, Nieves Suárez, Margarita Xirgu…
Decíamos al principio que en la tumba yace María, la hija de Benito. Fue fruto de su relación con Lorenza Cobián, una mujer temperamental, modelo para pintores y con la que Galdós quiso casarse. Lorenza tuvo una muerte trágica y tras ella, en 1908, Benito reconoció a la niña, que había nacido el 12 de enero de 1891. Conocidas y dramatizadas fueron sus relaciones con Emilia Pardo Bazán, con la actriz Concha Ruth y con Teodosia Gandarias.
Pero don Benito murió en el chalet que tenía su sobrino, José Hurtado de Mendoza en la calle Hilarión Eslava, 7. Este sobrino, fallecido en 1932, yace también en la misma tumba. Una placa de la memoria de Madrid recuerda en esa calle la existencia de aquel chalet.
Don Benito recibió un gran homenaje de Madrid en 1919 al inaugurarse un monumento que reproduce su figura en el parque del Retiro. Para entonces ya estaba prácticamente ciego y solo acercarse a recorrerlo con el tacto. Unos años antes, en 1899, el Ayuntamiento le había dedicado una calle, casi un callejón indigno de la figura literaria, entre las de Hortaleza y Fuencarral.
La muerte le sobrevino el 4 de enero de 1920. La nación quedó conmocionada. Su capilla ardiente se instaló en el patio del cristal del Ayuntamiento. Se dijo que, al traslado del cadáver, producido con grandes honores de estado, acudieron más de treinta mil madrileños. Merecido homenaje al madrileño de adopción que hizo de las calles de la ciudad los mejores escenarios de sus novelas. Sobre su tumba aparecen de vez en cuando algunas flores como modesto homenaje a la gran figura allí sepultada.
Benito Pérez Galdós
Cementerio de La Almudena
Cementerio viejo, cuartel 2B